Era vibrante.
Era lo más radiactivo que había visto nunca, era como un huracán dentro de mí que iba destruyendo todo, era un oleaje de atracción, de energía, de ímpetu. Era todo lo que mi alma había rezado, lo que mis ojos habían llorado y lo que mis brazos habían soñado con abrazar. Y entonces ocurrió; ocurrió que llega alguien cuyo interés se centra en tu paz mental, en tu paz emocional y psicológica. Y se convierte en un pequeño refugio, donde el amor y la guerra, ambos, eran pasionalmente positivos. Donde no importaba de qué estuviera tu pasado hecho, ni siquiera el qué te deparaba el futuro... porque sólo importaba el ahora, el instante. Y en ese preciso momento lo crees, le crees. Crees que es amor, que es lo más parecido a enamorarte que has visto nunca, que tu corazón ha palpitado nunca, que es tu media naranja y que no tendrás que sufrir más el amargo sabor del limón.
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