Cerré los ojos y sentí.
Cerré los ojos y me limité a percibir ese cúmulo de sensaciones que se hacían un nudo dentro de mí, que se estremecían en mi interior. Ni siquiera podía identificar el nombre de cada uno de esos pálpitos, quizá porque alguno de ellos se llamaba confusión, pero justo ahí, en ese ratito de tranquilidad me sentía confortable, como si no tuviera que buscarles una explicación lógica, una explicación que sobrepasara la barrera de la razón. Me adapté, me sentí parte de aquello y al enfrentarme a emociones a las que nunca pensé que podría canalizar, las sentí verdaderas.
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