Apareciste como salida de emergencia, y joder, sí que eras una emergencia... Estabas a la vuelta de la esquina esperando un error, un despiste que me llevara a tropezar justamente en tus brazos, brazos de los que hoy no quiero salir. Fuiste medicina, pegamento para mis roturas, mástil de mis altibajos y aún así tengo ganas de que seas mucho más, de que lo seas todo. Quizá esté equivocándome en adentrarme en un terreno que prometí no volver a pisar, quizá algún día te llore con lágrimas tan fuertes como el sentimiento que me mueve a tu lado. Pero no me importa. No me importaría trasnochar si eres tú el que ocupa mi cabeza, no me importaría correr si eres tú el que me espera al final del camino. Porque después de todo, igual tu sí eres lo suficiente valiente como para enfrentarte a mis demonios, como para enseñarme que sólo dan miedo si les damos protagonismo.
La verdad, que después de haberte conocido cualquier placer de este mundo me parece insignificante, inexistente porque el amor es la mayor locura a menos que se ame con locura.
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