La calma

Escribo desde muy pequeña, pero nunca me paré a pensar que lo hacía por necesidad de sacar fuera pensamientos que tenía en mi interior y que en cierta forma, me atormentaban.

Escribir un diario era de niñas pequeñas, o eso creía. Tuve uno, lo admito.
Uno de esos con candado para que  nadie pudiera leer esas intimidades que una niña de 10 años plasmaba en un papel con dibujitos. 

Pero ahora sí, ahora creo que es más necesario que nunca. A medida que crecemos, nos sumergimos en esa parte de la sociedad preocupada cada día por mil cosas; el futuro, el pasado, el presente... Ojalá volver a ser niña, a no tener ni una sola preocupación.

Pero así es la vida, todos crecemos. 
Estos dos últimos años para mí han sido difíciles, muy difíciles. Mi mente entró en un bucle del que cada día ha sido un infierno intentar salir, en una historia personal de lucha que algún día espero pueda contarles a mis hijos: una mente disociada, inestable, con pensamientos fuera de la realidad. 

Una vida dominada por el miedo. 

He de reconocer que no me he rendido a los pensamientos negativos ni un solo día y aún sigo sin rendirme. Mi mayor objetivo es volver a ganar claridad mental y tranquilidad. Intento agradecer cada día todo lo positivo que tengo, y soy consciente de que no es poco. 

Cuando empecé a ver efectos físicos en mi cuerpo, síntomas que antes nunca había tenido, me di cuenta de lo importante que era respirar, vivir en calma y mirar por mí y mi salud mental. De lo horrible que es la ansiedad y vivir con ella cada día desde que me despierto hasta que me duermo. 

Es un bucle; me preocupo - ansiedad - somatización - me preocupo más. 

Y aunque he avanzado, y estoy muy orgullosa del progreso, aún me queda mucho camino por recorrer y muchas carencias que identificar para poder ponerles fin.

I.